martes, 3 de junio de 2014

Una abdicación esperada.-

A primera hora de la mañana de ayer se conocía la abdicación del que fue durante muchos años, a pesar de algunas sombras en acontecimientos relevantes en nuestra reciente historia, el personaje público más respetado por una mayoría de la ciudadanía española.

Respeto que en los últimos años ha ido perdiendo por sus desafortunadas veleidades y algún caso de presunta corrupción que ha salpicado de manera significativa a la Casa Real.

Juan Carlos I accedió al trono de España como consecuencia de una designación realizada directamente por el entonces Jefe del Estado, general Franco, en un contexto político no democrático, al amparo de la denominada Ley de Sucesión de 1947, una de las ocho Leyes Fundamentales del régimen franquista. 

La citada Ley, presentada a las Cortes y sometida a referéndum, fue duramente contestada por el heredero legítimo de los derechos dinásticos de la Casa de Borbón al trono de España, el padre de Juan Carlos, Juan de Borbón.

Posteriormente, en el año 1969, el general Franco designa a Juan Carlos su sucesor, otorgándole el título de Príncipe de España. Al fallecimiento del dictador, Juan Carlos le sucede en la Jefatura del Estado, a título de rey.

El general Franco, pues,  no restaura la monarquía, sino que instaura una nueva monarquía, aún siendo el designado miembro de la dinastía Borbón. Monarquía, que en sus inicios no tiene otra legitimación que la voluntad del dictador y sus Cortes. 

Así pues, Juan Carlos I se convierte en rey de España sin legitimidad democrática ni legitimidad dinástica,  derechos estos últimos que  siguen perteneciendo a su padre. No será hasta el 14 de mayo de 1977 que Juan Carlos I, por la abdicación de Juan de Borbón, ostente esa legitimidad dinástica.

La aprobación, en referéndum, por la mayoría de los españoles del texto constitucional, en el que se establecía como modelo político de estado una monarquía parlamentaria, dota a esa monarquía de legitimidad democrática, puesto que, -de manera explícita o tácita, según las diversas opiniones-, es el pueblo, que constituyéndose en  titular de la soberanía nacional, acepta y refrenda esa monarquía.  

No se puede sostener que en la mayoría de los españoles haya existido a lo largo de estos años de reinado un sentimiento monárquico, sino, más bien, un sentimiento "juancarlista".

Reconociendo las importantes aportaciones que el rey ha realizado en la transición democrática y durante muchos de los años de su reinado, no podemos olvidar que en los últimos años no ha tenido la capacidad suficiente para mantener una línea de actuación exigible a un Jefe de Estado. Como decíamos al principio, sus propias veleidades y la nefasta gestión del caso en el que se ha visto imputada una de sus hijas, han conducido a la pérdida casi absoluta del apoyo popular que Juan Carlos I tenía.

Con su abdicación, -que hace bastante tiempo habíamos pedido, un tanto socarronamente,   a través de una página de la Red-,  se pone punto y final al "juancarlismo", una peculiar "monarquía" que no es posible tenga sucesor.

Ahora es el momento de que el pueblo ejerza ese poder que emana de la soberanía, para decidir el nuevo modelo político del Estado. El "juancarlismo" ya está enterrado, aunque su protagonista siga entre nosotros. Su hijo y heredero, que reinará con el nombre de Felipe VI, aún contando con la legitimidad dinástica, carece, desde mi punto de vista, de legitimidad democrática, ya que no será elegido por el pueblo. 

Desde esa perspectiva, sí es posible comprender que en la mañana de ayer se convocasen desde las redes sociales concentraciones en la mayoría de las ciudades españolas para manifestar públicamente ese rechazo a que se nos vuelva a imponer un rey, un Jefe de Estado, que ni hemos elegido ni queremos.

¿Por qué no un referéndum?. El pueblo que en 1978, en unas circunstancias muy particulares, apoyo aquel texto constitucional, hoy tiene el derecho y el deber de tomar las decisiones que estime más oportunas. ¿Acaso la mayoría absoluta de un partido político, o más de un partido, -al día de hoy seriamente mermada a juzgar por los resultados de las recientes elecciones al Parlamento Europeo-, se puede imponer a los deseos mayoritarios de los ciudadanos y ciudadanas?.

¿Nuevamente, como ya ocurrió en el caso de Irak, se van hacer oídos sordos a lo que la ciudadanía está exigiendo?. 
Y lo que está exigiendo la ciudadanía quedó patente en la tarde de ayer en calles y plazas de un número muy importante de ciudades. 

En Granada, en la Plaza del Carmen, se concentraron personas de todas la edades, con una asistencia muy significativa de jóvenes. En un ambiente cordial y festivo, con decenas de banderas tricolor ondeando al viento y el Himno de Riego como música de fondo, se exigió un referéndum para que la mayoría de la ciudadanía de este país decida el modelo político del Estado.

Una concentración que desbordó la capacidad de la plaza, quedando bloqueada la calle Reyes Católicos, a la que, a medida que transcurrían los minutos, se iban incorporando nuevos grupos de personas que querían vivir aquellos momentos cargados de emotividad.

Aunque la intención era disolver la concentración allí mismo, diversos colectivos postulaban hacer un recorrido que, inicialmente, se concertó hasta Plaza Nueva. Sin embargo, no fue posible disuadir a los más jóvenes de marchar hacia la sede de la Subdelegación del Gobierno.

La Gran Vía se inundó, una vez más, de miles de personas que, con el mismo ambiente cordial y festivo que antes cité, al parecer, llegaron hasta la confluencia con la Avda. de la Constitución.

Volvía a la casa, tras haber estado tomando unas cervezas con un grupo de amigos, en torno a las once de la noche y me llamó la atención la presencia de varias unidades de policía antidisturbios próximas a la rotonda que existe en El Triunfo. Pequeños grupos de jóvenes, en total no más de 40 o 50, estaban en torno a la rotonda.

Al principio no me percaté de nada extraño, pero al ver ondear la bandera en el mástil que allí existe, observé que no era la habitual, sino una bandera tricolor de grandes dimensiones.

Continué mi camino mientras algunos policías arriaban la bandera.

No era un 14 de abril,  pero sí un dos de junio.




Imágenes fotográficas: José Luis Hens Terrón
Imágenes utilizadas en los collages: el diario.es, www.efedocanalisis.com, www.alertadigital.com, www.pahoreca.com, www.planetaazul.com, Spanish+Royals+Attend+Audiences+Zarzuela+Palace+DmavWeyvwEqx.