Anoche
tuve un mal sueño.
Soñé
que los ciudadanos habíamos sido recluidos en nuestras viviendas,
centros de trabajo y otras estancias. Me encontraba, junto a quince o
veinte personas, para mí desconocidas, en un amplio edificio,
-que, desconozco la razón, identificaba con el I.E.S. "Padre
Suárez" de Granada-. Llegó, malherida, otra
persona, a la que acomodamos sobre un camastro que encontramos en un
rincón.
Propuse
a mis compañeros y compañeras que saliésemos a
la calle, pero se negaron. Unos aducían que allí
estaríamos más seguros; otros, que no podíamos
incumplir la orden de la autoridad; otros, en fin, que ya se habían
acostumbrado a estar allí y no merecía la pena
arriesgarse para conseguir nada.
Bajé
las amplias escalinatas que conducen a la salida y encontré
cerrada la inmensa puerta de madera. Después de algunos
minutos de reflexión, encontré la manera de abrirla.
La
calle, -Gran Vía de Colón en mi sueño-, estaba
casi desierta. En algunas esquinas grupos de policías,
pertrechados con material antidisturbios, vigilaban. Era mediodía,
pero la calle estaba casi en penumbras; sólo pequeñas
zonas estaban algo iluminadas.
A
lo lejos, pude observar un grupo de edificios, -que identifiqué
como el Congreso de los Diputados, Parlamentos Autonómicos,
Diputaciones, Ayuntamientos y otros-, que no solamente estaban
perfectamente iluminados, sino que la zona en la que estaban ubicados resplandecía bajo el sol del mediodía.
En mi deambular por aquellas calles oscuras, vi a gran número de personas que se hacinaban en pequeños espacios del subsuelo. Lo habían perdido todo; ni siquiera tenían un espacio digno en el que refugiarse.
También encontré a otros grupos de personas que se habían atrevido a salir. Unos grupos pretendían llegar hasta la zona iluminada y obligar a quienes la habitaban a abandonarla; lo intentaron, pero en tan reducido número, que a los policías no les costó demasiado esfuerzo rechazarlos.
Otros, se conformaban con proferir consignas contra los que habitaban en la zona iluminada, pedir camastros, alguna comida, frigoríficos para conservarla y unas pocas velas para iluminarse. Había otros grupos que, de vez en cuando, con banderas y estandartes, haciendo gran alarde de su pretendida fortaleza, recorrían algunas calles. Sus dirigentes, formaban parte de aquellos que residían en la zona iluminada.
Algunos ciudadanos y ciudadanas se atrevían, a veces, a mirar, desde los sórdidos ventanucos de los edificios, lo que sucedía en la calle; pero seguían sin tener voluntad para salir.
Expliqué una y otra vez que era necesario que todos aquellos grupos se uniesen y no sólo para pedir camastros, comida, frigoríficos o velas, sino, especialmente, para "cortar" la energía que alimentaba la zona iluminada y restablecer la iluminación en el resto de la ciudad.
Les expliqué que era necesario hacer ver a la ciudadanía que languidecía tras aquellos sórdidos ventanucos, que no sólo podían salir a la calle, sino que la "Central de Energía" es de su propiedad y tienen, -tenemos-, el poder suficiente y necesario para poner fin a las arbitrariedades de los que habitan en la zona iluminada, reconduciéndolos hacia el camino que hace tiempo abandonaron...o que nunca quisieron tomar.
Pero nadie me quiso escuchar.
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